El pasado mes de Julio estuve en Londres, ciudad que desde hace algunos años tiene al mundo mágico de Harry Potter como reclamo turístico. A los enclaves cinematográficos, el parque temático de Warner, la estación de King’s Cross y la multitud de librerías que exponen las obras de Rowling casi una década después del fin de la saga, se sumó hace un par de meses la obra de teatro estrenada el 30 de Julio en el Palace Theatre. ¡No os podéis hacer a la idea de lo engalanadas que lucían las librerías de la ciudad!
El libro del que voy a hablar no es más que el texto completo de la obra de teatro. Esta historia se sitúa diecinueve años después de la obra de Hogwarts y está protagonizada por Albus Severus Potter, hijo del niño que sobrevivió, y Scorpius, hijo de Draco Malfoy.
Las preguntas que te puedes hacer antes de leer esta obra son: ¿es necesaria? ¿Aporta algo nuevo? Lo cierto es que sí que brinda algo nuevo: el futuro de los personajes de la saga y la vida de sus hijos. Ahora bien, lo que aporta no tiene por qué ser bueno y podríamos vivir sin ello, ¿al fin y al cabo no lo hemos hecho todos estos años?
La principal rémora de este libro es que tiene que hacer justicia a un legado de toda una generación de lectores. Sin embargo el propio género de la obra ya la diferencia de sus predecesoras. De hecho creo que la diferencia para mal, es decir, este libro se lee muy rápido por su formato, pero adolece de algunos detalles que ayudarían a explicar y desarrollar mejor la historia.
Ciertas decisiones que toman los protagonistas también parecen un poco precipitadas e infantiles, en contraste con la madurez mostrada por sus padres en el pasado. Esto es en mi opinión una pega clara que se le puede poner al texto, pero lo que a mí menos me gusta es que desdibuja un poco a varios personajes, especialmente a Harry Potter.
En cuanto a la trama lo que menos me gusta es que un giratiempo tenga un papel tan decisivo. El recurso fácil de poder viajar en el tiempo está ya muy manido y creo que no era necesario recurrir al mismo para contar una historia. De hecho este artefacto es una de las cosas que menos me gustan de los anteriores libros, la magia, como comenta siempre Brandon Sanderson, ha de tener unas reglas y unos límites. Recordemos por ejemplo como Dumbledore advierte a un Harry que ve todas las noches a sus padres en el espejo de Oesed, que no se puede traer de vuelta a los muertos. Lo que no nos explica Rowling en el tercer libros es: ¿por qué Harry no viajó en el tiempo para salvar a sus padres de las garras del señor tenebroso cuando tuvo un giratiempo? ¿Por qué salvar a Sirius y no a James y Lily no? ¿Tenía el chaval miedo de romper la relación espacio-tiempo y por eso renunció al sueño de tener padres? En definitiva, que el cachivache hace difícil explicar ciertas cosas. Y esta vez no sólo han vuelto a usarlo, sino que se ha abusado de él, haciendo que parezca una obra protagonizada por Marty Mac Fly y el Doctor Emmet Brown.
Esta ficción escrita por Jack Thorne y supuestamente supervisada por JK Rowling tiene más agujeros que un queso gruyer, a pesar de ello es ya canon de la franquicia y debiera ser leída por todo el mundo para poder criticarla, comentarla y, por momentos muy concretos, disfrutarla.
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