1984 es una distopia maravillosa, eso lo sé reconocer incluso yo, que no he leído muchas. A mí me enganchó desde el primer capítulo, ese aire opresivo, ese protagonista anodino o esas semillas que planta el autor para que quieras seguir leyendo y conocer ese mundo que te resulta desconocido.
En mi club de lectura tardaron más en engancharse, pero al final también cayeron en el anzuelo y salieron muy satisfechos con la obra.
Obviamente no todo son parabienes y coincidimos en que el romance de la novela no está bien planteado, es más puede que ni esté planteado y se produzca sin más, por mero capricho o necesidad del autor. No obstante creo que no debemos ser muy duros con esto, pues si bien es un fallo hay que tener en cuenta que esta novela fue escrita en el lejano 1948.
Afortunadamente no hemos acabado en un mundo tan apocalíptico como el que se nos pinta aquí, pero hay que reflexionar después de leerla para darnos cuenta de que algunas cosas sí que se han convertido en realidad. Por ejemplo, en la novela se ve como los ciudadanos están prácticamente siempre vigilados por el Gran Hermano y eso es algo que hoy en día es así. Tenemos cámaras por todos los sitios: en los instituciones públicas, en las tiendas, en el transporte público, en los dispositivos móviles... La privacidad en nuestra sociedad brilla por su ausencia, entre que mucha gente sube por gusto fotografías de todo cuanto hace a Facebook y que en la red dejamos constantemente rastro no sé a dónde vamos a parar.
Mención especial merece el final incoherente que, al igual que el romance, no hace que esta novela siga siendo muy buena. Sin embargo me parece que no está a la altura.
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