Estoy aquí, sentado bajo un árbol del monte Arnotegi, contemplando esta ciudad rojiblanca y sus alrededores. Banderas futboleras engalanan una colmena de ladrillos y cemento. A pesar de la distancia puedo vislumbrar la decoración en todas las balconadas, tejados e incluso escaparates. En realidad no tengo una vista tan buena que me alcance a ver los comercios, pero los prismáticos y mi imaginación ayudan.
Dejo los catalejos sobre la hierba distraido por el ruido que mete la gente aquí. ¿Por qué tengo que oír los ensordecedores gritos de la gente en plena naturaleza? Se supone que este es un lugar tranquilo, donde los únicos sonidos a escuchar son el murmullo del viento y el canto de los pájaros. A estas alturas tenía que haber aprendido que venir al monte en un día festivo no garantiza la tranquilidad. En cualquier caso me da igual, tengo preparados unos tapones para los oídos que al menos atenuarán los berridos.
Me los coloco y empiezo a comer una ensalada con mi bolsa de patatas Los Leones. La ciudad da una sensación de falsa tranquilidad. Es la calma que precede a la tempestad, ya que sé a ciencia cierta que todo el mundo está nervioso. Si el fútbol ya juega un papel importante en nuestra sociedad en circustancias normales... Esta final va más allá de lo importante, la población aquí la vivirá con una devoción y un fervor cuasi religioso que me da hasta miedo. A un día de escucharse el pitido inicial ya lo estoy sintiendo. De hecho el partido no se vivirá, sino que se revivirá una y otra vez durante décadas. Gane la Real o gane el Athletic los comentarios, las burlas y las bromas caerán como una losa sobre los seguidores del bando perdedor, al menos hasta que se repita una final con los mismos contendientes. Así que los chistes puede ser vitalicios, al fin y al cabo no está previsto que un partido entre donostiarras y bilbaínos por un título se repita en un periodo razonable de tiempo.
Dice el camarero de una cafetería donde suelo tomar café, quien llegó a ser semiprofesional en segunda división B, que quiere que gane el Athletic. Sin embargo comenta que si pierde no se va a llevar un disgusto, a diferencia de la parroquia rojiblanca que frecuenta su establecimiento. Yo quiero que gane porque es el club de mi ciudad, porque no he visto la gabarra en mis casi treinta y dos años y por los seguidores del Athletic que amo o aprecio. En definitiva, por la buena gente de la ciudad que vislumbro desde las faldas del monte, no por el club como entidad y mucho menos por los jugadores.
El himno de nuestro conjunto rojiblanco viene a decir que como el equipo surgió del pueblo, el pueblo le ama. Sé que esta frase hace referencia a la singular filosofia del club, pero el canto encierra también una visión romántica que no llego a creerme del todo. Desde hace algún tiempo en todo lo relacionado con el deporte profesional soy muy escéptico. Lo que quiero expresar es que los jugadores están por el vil metal y no les culpo porque están en su derecho. Lo que me sienta mal es que muchos, que no todos, estén endiosados y ajenos a la realidad del pueblo que se cita en el himno. Sin entrar en demasiados detalles, algunos de ellos no me parecen un modelo de buena conducta. En realidad no es algo propio del Athetic sino del fútbol en general. La hinchada y los derechos de televisión les alzaron al Olimpo hace tiempo, sobre todo el pago por visión. Esto se ha manifestado más aún en tiempos de pandemia, con el negocio en marcha a pesar de que los estadios de primera están cerrados. La venta de entradas a los socios y aficionados han demostrado ser menos importantes en cuanto a generar dinero. Otra cuestión es el ambiente, sin gente que anime el fútbol pierde toda la pasión y la gracia, se convierte en un monstruo sin alma.
Paso a deleitarme con las fresas y me pregunto para cuánta gente de Bilbao las finales serán lo más importante este año, me temo que para mucha. El fútbol tiene esa capacidad tan singular de distraernos y no centrar nuestra atención en lo realmente importante. En cualquier caso, en tiempos tan duros de pandemia no focalizar nuestros pensamientos en el dichoso virus y evadirnos nos vendrá bien. Con un poco de suerte igual el equipo de nuestro bocho se alza con la victoria y alegra al personal. La que se puede armar si se obtiene un título es grande, pero no quiero ni pensar en lo que sería que se ganaran ambas finales. Está difícil, en especial la final contra el Barcelona. Creo que la mayoría se conforma con ganar una y si es la de la Real mucho mejor.
Lo que tenemos que hacer en caso de ganar es evitar las aglomeraciones que se vieron ayer en la despedida del equipo; ser, como en tantas otras ocasiones a lo largo de la dilatada historia del Athletic, un ejemplo de hinchada. Sin embargo soy realista y sé que una hipotética victoria después de más de treinta años va a arrastar una marea humana incontenible. Desde este blog que ningún aficionado al Athletic leerá, hago una llamamiento a la prudencia. Yo aprovecharé para subir a algún monte y divisaré todo desde alguna colina con sombra.
En cualquier caso, pase lo que pase, nuestras vidas seguirán tan alegres, tristes, miserables o rancias como siempre. Os dejo para ponerme a leer algunas poesías de Idea Vilariño, no confudir con su contemporánea Ida Vitale, si los domingueros que me rodean me respetan un poco. Aupa Athletic!
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