Se sabe que tenía algunas manías (como muchos jugadores); una de ellas era que no soportaba el ruido, si en la sala de juego había ruido era incapaz de concentrarse. Para minimizar este defecto empleó un método muy sencillo, cuando entrenaba analizando variantes ante el tablero o jugando partidas creaba de modo artificial un ambiente ruidoso poniendo la radio a gran volumen o conectando algún electrodoméstico.
Parece que este método le dió excelentes resultados y Botvinnik dejó de reaccionar negativamente ante los ruidos e incluso llegó a no notarlos.

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