30 de agosto de 2015

Bajo las estrellas

Estoy muy contento, me acaban de comunicar que he recibido un prestigioso premio en un concurso fotográfico. La imagen premiada no puede ser mostrada aquí porque las bases del concurso lo prohiben. No obstante tampoco iba a hacerlo, pues muestra a una pareja conocida en el ámbito ajedrecístico y no quiero traicionar su confianza y publicar la imagen. Lo que sí quiero, y puedo hacer, es publicar el texto que los participantes debíamos presentar para acompañar a la imagen.

"La marca Pentax ha formado parte de mí desde hace años, cuando tomé por primera vez la vieja cámara de mi aita. Aquella cámara me enseño a respetar muchos principios fotográficos y a adquirir ciertos hábitos que me permitían obtener unas fotografías de alta calidad.

Todo cambió con la introducción de las cámaras reflex en el mercado, sin embargo, a mí todavía me costó un poco cambiar y deshacerme de la vieja Pentax de mi padre con la que todavía seguía revelando de la manera tradicional en la oscuridad de un viejo camarote.

No fue hasta el día de mi cumpleaños, cuando recibí como regalo una nueva Pentax, la K 50, y mi mundo cambió. Aquella cámara era increíble, no sólo por la definición que me otorgaba, sino por la flexibilidad para obtener todo tipo de imágenes con un simple cambio de objetivo o un ajuste en la configuración. La utilicé tanto que llegué a comprobar que era capaz de aguantar golpes, salpicaduras de agua y temperaturas de hasta 10 grados bajo cero; tenía una fortaleza impropia de un aparato tan sofisticado.

Siempre que caminaba por una ciudad o paseaba por algún paraje digno de ser fotografiado colgaba de mi cuello, nunca nos separábamos, era mi cámara. Desarrollé una gran cariño y fidelidad hacía ella, de hecho, cuando veía una Canon o una Nikon, una gran sonrisa afloraba en mis labios. Me había convertido, sin saberlo, en un defensor acérrimo de una marca japonesa poco conocida. Era tan extremista que me negué, por mucho tiempo, a probar cámaras de otras marcas.

Pero todo cambia y, al igual que había cambiado mis hábitos cuando recibí mi regalo de cumpleaños, un soleado día de Julio me ví seducido por una cámara Canon. Era una bonita cámara reflex, con unos componentes internos perfectos, en la que se observaba el gran esfuerzo de la marca por lograr la máquina definitiva. Así que aproveché mis vacaciones para probarla por ciudades, pueblos, montes y playas, en busca de amaneceres y atardeceres, lluvias y sol, sonrisas y lágrimas.

Tras una breve temporada me percaté de que había estado equivocado y que la Pentax no podía vivir sola. Canon era también una gran marca, que hacía grandes fotos. Desde entonces ambas han convivido con resultados óptimos. Lo curioso es que tras muchos instantes capturados me he dado cuenta de que cada una tiene sus puntos fuertes, por ejemplo, Canon capta mejor los paisajes rurales, los rasgos femeninos y las obras de arte de los museos. Pentax, sin embargo, representa mejor los paisajes urbanos, los rasgos masculinos y los eventos ajedrecísticos que tanto me gusta fotografiar.

Esta fotografía que os presento, nace de un experimento, de algo que jamás había probado.
Hace unas semanas paseaba por la playa al anochecer, en busca de una imagen digna de ser presentada al concurso. Por circunstancias excepcionales, que no vienen al caso, contaba en mi mochila con mis dos equipos: Canon y Pentax. Hice unas cuantas pruebas con ambos, pues la playa donde estaba contaba con características hetereogéneas y no sabía muy bien qué equipo utilizar. Tras una hora tirando fotos con uno y otro equipo encontré a una pareja, que había venido caminando lentamente hacía mí desde el horizonte, junto a la orilla del mar. Poco antes de llegar a mí se fundieron en un abrazo y aproveché para alejarme y sacarles, de manera discreta, algunas fotos. Lamentablemente aquellas fotos, sacadas con ambos equipos, no funcionaban. Si bien una cámara captaba bien la arena, la playa y las rocas, no captaba tan bien algunos edificios del horizonte; si una captaba bien la masculinidad del hombre, no me captaba bien la feminidad de la mujer. No sólo había que captar las estrellas también había que captar el mar.

Mis fracasos me impulsaron a realizar un experimento, mientras rompían su abrazo y leían un texto que el hombre guardaba en un sobre de su pantalón. El experimento no era nada particular, nada que no hagan a diario decenas de veces los fotógrafos profesionales. Simplemente se me ocurrió que quizas podría usar por primera vez usé el objetivo Pentax en el cuerpo de Canon. Mezclar cuerpos con objetivos no es algo que las marcas recomienden, pero creo que se debe a su afán de ganar dinero con las cámaras y sus múltiples complementos. La unión hace la fuerza.

¿Y qué surgió de esa conexión? Magia. No sólo por el sonido que produjo el objetivo Pentax en el cuerpo de Canon al unirse, sino por la instantánea que aquí os muestro, capturada cuando terminaron de leer la poesía, mientras el mar les acariciaba los pies y se abrazaban y besaban bajo las estrellas.

5 comentarios:

  1. No conocía estas facetas tuyas, Jon, ni la de fotógrafo "profesional" ni la de escritor. Zorionak sariagatik!

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Me gusta sacar fotografías pero no me considero en absoluto un fotógrafo profesional, de hecho mi equipo es semiprofesional. De todas maneras, con estos equipos se pueden sacar imágenes extraordinarias experimentando y teniendo un poco de paciencia.

      Mi faceta de escritor la disfruto más, de hecho, llevo algún tiempo trabajando en el argumento de mi primera novela.

      Muchas gracias por comentar.

      Saludos.

      Eliminar
  2. Hola, Jon:

    Mis felicitaciones por el premio...me quedo con las ganas de ver la foto en cuestion.

    Me ha gustado mucho el artículo...para mi eres el Bjelica vasco...o mejor él es el Jon serbio!! :)

    Santi E.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Gracias por el comentario Santi, pero Bjeliça es mucho Bjeliça. Me gusta mucho la anécdota que te dejo a continuación, porque retrata muy bien a Fischer:

      "En una ocasión Tahl, Fischer y yo viajábamos en coche por una carretera de montaña, dicha carretera era muy peligrosa y ante esto comenté:

      - Si tenemos un accidente, todos los periódicos publicaran que ha muerto el famoso periodista Bjeliça.

      Tahl se echó a reír, pero Fischer se quedó pensativo para terminar diciendo:

      - Creo que te equivocas. En América yo soy más famoso que tú."

      Un saludo,
      Jon

      Eliminar
  3. Lo dicho, en Bilbo eres más conocido!!

    Santi E.

    ResponderEliminar