Un joven muy agradable y con un nivel de ajedrez excelente, que no sé ni cómo ha conseguido mi número teléfono, me escribió hace poco por Whats App a raíz de la entrada que escribí el otro día, en la que planteaba que hay que tomar la decisión de si tomarse el ajedrez en serio o como un mero entretenimiento. Él me comentaba que estaba con muy poco ánimo ya que, a pesar de haber estado entrenando, los resultados en sus últimos torneos de ajedrez no estaban acompañando demasiado. Dentro de poco tiene que acometer algunas competiciones, así que voy a aprovechar para responder por aquí sin revelar su identidad, e intentar que este texto sirva como motivación para toda persona que quiera inspirarse.
Desde hace ya mucho tiempo soy muy crítico con la gratificación instantánea que abunda en nuestra sociedad. La dinámica de las redes sociales, con la búsqueda permanente de la validación externa, el consumismo exacerbado, de todo tipo de productos que ni siquiera necesitamos, o las apuestas deportivas son sólo un ejemplo de todo esto. Todas estas actividades no buscan más que la activación de nuestros circuitos de dopamina, de placer instantáneo. Sin embargo, tareas más complicadas como formarte, leer o estudiar ajedrez no proporcionan ese chute dopaminérgico tan poderoso y nos cuesta ponernos con ellas. Lo curioso es que son estos objetivos a medio-largo plazo los que realmente nos hacen crecer. Hay dos características que tenemos que tener para poder ponernos con esto: disciplina y madurez emocional.
He leído muchas definiciones de disciplina, la que mas me gusta es: “la disciplina es hacer las cosas que no te gustan como si te gustasen”. La variable ligada estrechamente con la disciplina es la constancia, hay que ser capaces de trabajar a diario para lograr nuestros objetivos a medio o largo plazo. Es difícil trabajar sin desfallecer porque incluso las pequeñas gestas tienen muchos obstáculos por el camino. En el caso del trabajo en ajedrez puede que tus resultados no acompañen siempre a tu duro trabajo en algún torneo en concreto, sin embargo, creo que eventualmente los resultados terminan llegando, además, si no llegan nadie te va a quitar la satisfacción del trabajo bien hecho. La disciplina por definición exige rigor y sacrificio.
Recuerdo que a comienzos de 2022, cuando me quedaba muy poco para entregar mi tesis doctoral, la universidad me asestó un golpe contundente e injusto (no el primero que me había comido en la academia, pero sí el más doloroso y cruel). Quienes cursan sus estudios de tercer grado nunca transitan por un camino fácil, pero lo que me ocurrió creo que hubiera desalentado a la mayoría de doctorandos. En cualquier caso, a mí aquello me fortaleció aún más, seguí trabajando a diario en la redacción y análisis estadístico, continúe leyendo artículos académicos y repasando el trabajo que ya había realizado. Como mi dedicación era parcial, es decir, como no estaba sólo dedicado al doctorado, trabajaba durante 7 horas y cuarto en mi empleo habitual en Bilbao y, en mis ratos libres, seguía adelante con mi tesis. Trabajé como un enfermo, por la mañana, por la tarde, por la noche, siempre que podía. Me enfoqué en alcanzar ese fantasma llamado excelencia, es decir, en hacerlo lo mejor posible. Y eso es lo que tienes que hacer tú, pues si das lo mejor de ti y no consigues tus objetivos no tienes nada que reprocharte. No hay nada más gratificante que saber que hiciste todo lo que estaba en tu mano.
Creo que el trabajo en ajedrez a nivel bajo o medio es como estudiar un grado, tienes que aprender patrones tácticos, conocer finales teóricos, absorber conocimientos de partidas… En la carrera cuentas con muchos recursos: libros, apuntes, grupos de estudio, tutorías, etc. En el ajedrez también: libros, bases de datos, módulos, videos… Sin embargo, a alto nivel es un poco como hacer un doctorado, en el sentido que es un camino en solitario en el que tienes que aportar conocimiento, como buscar nuevas ideas en la apertura, revivir algunas viejas buscando el factor sorpresa o estudiar en qué situaciones tu rival se encuentra incómodo. Es verdad que durante tus años como doctorando cuentas con alguien que te dirige la tesis, al igual que el ajedrecista que cuenta con un entrenador que le guía. La cuestión es que el trabajo lo tienes que hacer tú, puedes tener el mejor director o entrenador, pero si tú no haces lo que debes no vas a llegar a buen puerto.
El otro factor es la madurez emocional, que defino como el estado que alcanzas cuando sabes quién eres, cuáles son tus valores y vives siendo consecuente con ellos. No sé si es la mejor definición, pero es la mía. En cualquier caso, no se alcanza de la noche a la mañana, de hecho, me da la sensación de que hay quien no la alcanza nunca. Tal y como he vinculado la disciplina con la constancia, vinculo la madurez emocional con la coherencia. Ésta es indispensable para alinear tus propósitos y valores con las tareas que realizas; hay demasiada gente que promete mucho, pero hace poco o no demuestra lo que dice.
Como comentaba, la madurez emocional se adquiere con experiencia, a base de aprender de experiencias vitales pasadas, tanto buenas como malas. De hecho, éstas últimas son las que más sabiduría nos suelen aportar. Así que en vez de tomar los malos resultados en torneos recientes como una decepción, hay que intentar tomárselos como un acicate para crecer. Obviamente no es fácil comerte derrotas cuando has estado trabajando duro, pero si sigues haciéndolo irás más preparado al próximo torneo. Y aquí realmente volvemos a lo expuesto en la anterior entrada, ¿realmente quieres trabajar en ajedrez? Si tu compromiso es genuino continúa adelante, pase lo que pase. Eres muy joven y aprenderás mucho de este ascenso que te has propuesto,
Es lo bonito de todo el proceso, que al final te importa más el camino y lo que adquiriste al transitarlo que el resultado en sí. Al menos a mí me pasó cuando defendí la tesis doctoral, todas las loas del tribunal a mi trabajo, la nota, la candidatura a premio extraordinario… Estuvieron bien, sí, pero son sólo validación externa que si has hecho el trabajo de manera honesta aceptas con gratitud sin inflar tu ego. Lo importante es el compromiso que adquiriste y mantener los pies sobre la tierra, sabes que tienes aún mucho que aprender y que te queda mucho por crecer, es lo bonito de la vida, que nunca dejamos de hacerlo. Lo mismo te pasará a ti cuando logres la victoria en un torneo o ganes muchos puntos Elo en una competición, tendrás tu recompensa concreta, tangible. Sin embargo, no necesitas todo eso porque tú llevas tiempo alineado con tu misión, que es mejorar en ajedrez.
Otra cuestión importante, no caigas en la tentación de comparar tus progresos con los demás. En ajedrez competitivo el Elo se ha convertido en un espejo en el que todos se miran para compararse con el vecino. No deberías compararte, porque no sabes cuánto trabajo está poniendo el tipo con el que te comparas, ni sus circunstancias o talento. Compárate con tu yo de ayer, es un topicazo pero es lo mejor porque te permite evaluar tu crecimiento y reajustar tus rutinas de entrenamiento.
Por cierto, no le atribuyas peso a la suerte en tu éxito. Cuando le otorgas un lugar importante en tu carrera ajedrecística, o a cualquier otro aspecto de tu vida, le estás quitando peso a las acciones que puedes llevar a cabo tú. Lo curioso es que, en la mayoría de casos, cuando trabajas de manera coherente a lo largo del tiempo tarde o temprano la suerte pasa a visitarte.
Por último, aunque tengas el foco en el ajedrez diversifica un poco tu tiempo libre, una vida equilibrada te va a ayudar en el tablero. Conoce gente, haz actividad física, cuida tu alimentación y horas de sueño, lee sobre temas que no sean ajedrez, haz alguna locura y, sobre todo, dedica tiempo a conocer quién eres.
Cuídate mucho, sé fuerte y continúa trabajando. Lo estás haciendo muy bien. Un abrazo,
Jon
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