22 de octubre de 2012

El día que le jugué 1. b4 a un ex 2.600

La mañana había sido agotadora, no obstante tampoco me podía quejar pues tras las 5 horas que me tiré en el Euskaltegi mis compañeros de club me tenían reservados tres tickets para canjearlos por tres pinchos, con su correspondiente bebida, en un par de bares de la Plaza Nueva. Como me cuidan mis colegas del club, desde aquí aprovecho para darles las gracias.

El hecho antes comentado, el de que se den tickets canjeables por pinchos y consumiciones, es característico del torneo de la amistad de e4. En vez de hacer una tradicional comida o cena se entregan los vales, por cierto, este año fácilmente falsificables al no tener las fotocopias ningún sello que acreditase su autenticidad. Si este modelo me parece mejor o peor que el tradicional no será comentado aquí pues quizá ocupe una futura entrada, eso no es ahora lo importante. El caso es que pasamos un rato agradable tomando unos pinchos en los bares de la Plaza Nueva aunque estaban atestados de gente. De los participantes sólo nos encontramos con el equipo de Portugalete, con los que estuvimos degustando los pinchos, y con algunos jugadores sueltos.

Después de acabar con todos los tickets, y por tanto con los pinchos, volvimos a la Alhóndiga (lugar en el que se disputaba el torneo de la Amistad), ya que quedaban tres rondas por disputarse. Supongo que se podría haber acabado la competición por la mañana, pero creo que la organización decidió que se disputaran esas 3 partidas por la tarde para que una buena parte de los jugadores se quedara en las inmediaciones de la urna a ver qué nos deparaba la última jornada, al fin y al cabo siempre es bueno asegurarse la presencia de la mayor cantidad de gente posible.



El caso es que las rondas de la tarde comenzaron de manera puntual tras pedir a los padres de los chavales que participaban en el torneo un permiso para grabarles, ya que en el torneo de la amistad se grabó un documental y el director del mismo no quería posibles problemas legales a posteriori. Nuestro primer rival de la tarde era el equipo organizador, E4. Nuestro primer tablero, cuyo nombre no revelaré pues see dice el pecado pero no el pecador, esbozó una sonrisa y me comentó que sería un equipo formado íntegramente por azafatas, como en anteriores ocasiones, así que me cedió el primer tablero del mismo. Después de darle las gracias a nuestro primer tablero por tener la oportunidad de jugar contra una bella azafata me senté y observé al equipo con el que nos enfrentamos, un niño de cuarto tablero, una mujer de tercero y un par de caballeros ocupando los dos primeros tableros. Los dos primeros tableros hablaban en portugués lo que nos hizo deducir que eran de Brasil. La cara de mi rival me empezaba a ser extrañamente familiar, no obstante no me dió tiempo a averiguar ni quien era pues pronto me preguntó si sabía poner el reloj digital DGT que estaba junto a nosotros. Lo puse y todo comenzó. 

Nos dimos la mano y 1.b4. Me apetecia hacer un poco el simio y vaya si lo hice. Los movimientos se sucedían y empecé a ver que el tipo controlaba mi exótica apertura, pues no sólo me jugó 1...d5 y 2...Dd6 sino que siguió cascándose todas las jugadas teóricas con gran aplomo y confianza. Ganamos en el 3º tablero mientras yo intentaba progresar en el flanco de dama y mi rival situaba correctamente sus piezas. El centro que se cierra y poco después también el flanco de dama lo que hace que el negro pueda llevar con rapidez sus piezas al flanco de rey, donde se decidirá la partida. Se me cae la bandera cuando el negro ya me está dando mate y tiene todavía tres minutos exactos en el reloj. Le doy la mano a mi rival y veo como ganamos en el cuarto tablero y como Aitor pierde en el segundo en una partida en la que el maestro internacional con el que se enfrentaba tuvo que esperar al final para decantar la balanza a su favor. Un empate. Entregamos el resultado y nuestro primer tablero, que descansara en el encuentro, me sigue contando, pues lo estaba haciendo desde poco después de que acabara mi partida, lo bueno que le parecía mi rival. El caso es que tras un par de minutos mirándole en la lejanía caigo... ¡Se trataba del GM Gilberto Milos! Tras la rápida búsqueda en la página web de la FIDE confirmamos el dato y que había llegado a tener un Elo pico de 2.644. Acabamos el torneo obteniendo los últimos puntos y ganando algunas puntos para la clasificación del circuito de la Amistad. Al terminar el torneo estuve pululando por las inmediaciones y vi el desempate entre Caruana y Carlsen. Además pude sacarme una foto con el GM brasileño, que se mostró bastante amable. Pues nada, esta es la historia de cómo le jugué 1.b4 a un ex 2.600. Por cierto, recordad siempre que hay tres tipos de jugadores que no saben poner el reloj, los novatos que están aprendiendo, los veteranos que no quieren aprender y los buenos, a los que les dejan el reloj ya preparado en los torneos. Felices partidas.

2 comentarios:

  1. Me alegró mucho que jugases contra Milos, quizá seas el jugador del club que más disfrute enfrentándose contra Gms, sobre todo si son famosos.
    Estás hecho todo un fetichista ;)

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  2. Siempre mola jugar con un GM, me gustaría jugar con Van Wely y, por supuesto, con Moro. De momento creo que está abierta la posibilidad de jugar con Leinier Dominguez, lo cual no está nada mal ;) Gracias por el comentario.

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