Esta poetisa recibió una buena educación y leyó muchos clásicos desde su infancia. Comenzó a escribir temprano, pero en un primer momento se mantuvo en el anonimato. Saltó a la popularidad cuando Franscisco Javier Foxá leyó "La rosa blanca" en una tertulia. El poema, que os muestro a continuación, se recibió con aplausos e hizo despegar su carrera.
La rosa blanca
A las cubanas
En un ameno jardín
brillaba una fresca rosa,
cándida, pura y hermosa;
bella como un querubín.
Ostentaba placentera
su pompa alegre y ufana,
y el cetro de soberana
que le dió la primavera.
Absorto la contemplaba
el céfiro enamorado,
y su cáliz perfumado
pretende ansioso besar.
Se acerca al blando ramaje
que es de la rosa sostén,
y en torno del caro bien
vuela, y vuela sin cesar.
“Flor hermosa que en el suelo
“luz derramas y ambrosía,
“tú de la existencia mía
“la sola estrella serás:
“Amarte siempre constante
“será mi encanto y ventura;
“yo te ofrezco una alma pura
“y no olvidarte jamás.”
Se enoja la blanca rosa
de verse así perseguida,
y de pudor encendida
la blanca frente ocultó.
Evitar cauta quería
de amor el inmenso fuego,
que su existencia y sosiego
inhumano marchitó.
“No te enojes, blanca rosa”,
el céfiro repetía,
“Oye la plegaria mía
“y tenme, ¡oh, flor!, compasión:
“Calma por Dios esta pena
“terrible y abrasadora,
“que aniquila destructora
“mi ardoroso corazón”.
Guardó silencio el cefirillo amante;
la rosa le escuchaba todavía…
Sus pétalos abrió, y él delirante
libó la miel que incauta le ofrecía.
Mas, ¡ay!, después la rosa infortunada
perdió infeliz su aroma y su frescura,
y al rigor de la negra desventura
miró su gloria convertida en nada.
Céfiro suave, grato y apacible,
es del amor la dulce primavera;
pero ¡ay!, ¡perece el corazón sensible
que oye su voz falaz y lisonjera!
Vírgenes bellas de la patria mía,
tomad ejemplo de la pobre rosa;
antes dormir entre la tumba fría,
que olvidar la virtud santa y hermosa.
No se debe confundir este poema con el de José Martí, titulado "Cultivo una rosa blanca".