Señor
Presidente,
En
1992, veinte años después de Reikiavik, hubo un milagro. Bobby
resucitó y jugamos una partida en Yugoslavia. Pero en aquel entonces
había sanciones contra Yugoslavia; se prohibía a los ciudadanos
estadounidenses cualquier clase de actividad en el territorio de ese
país. Bobby violó las instrucciones del Departamento de Estado. Fue
objeto de un pedido de arresto expedido el 15 de diciembre de 1992
por la Corte de Distrito de los EE UU. En cuanto a mí, como
ciudadano francés desde 1978, no recibí ninguna sanción de mi
gobierno.
Desde
el 13 de julio de 2004, Bobby ha estado detenido en el aeropuerto de
Narita por infracciones inmigratorias. Los hechos subsiguientes han
sido descritos por los medios.
Esta
claro que la ley es la ley. Pero el caso de Fischer no es común. Soy
un viejo amigo de Bobby desde 1960, cuando jugamos en Mar del Plata y
compartimos los dos primeros puestos. Bobby es de una personalidad
trágica. Lo comprendí en aquel entonces. Es un hombre honesto y de
buena naturaleza. Absolutamente no social. No es adaptable a los
estándares de vida de todo el mundo. Tiene un sentido de la
justicia muy alto y no está dispuesto a aceptar compromisos ni con
su propia conciencia ni con la gente de su alrededor. Es una persona
que hace casi todo contra sí mismo.
No
me gustaría defender ni justificar a Bobby Fischer. Él es quien es.
Solamente pido una cosa. Y es merced, caridad.
Si
por alguna razón eso es imposible, me gustaría solicitarle a Ud. lo
siguiente: Por favor corrija el error del presidente François
Mitterrand en 1992.
Bobby
y yo cometimos el mismo crimen. Aplique sanciones también contra mí.
Arrésteme. Y póngame en la misma celda de Bobby Fischer. Y
proporciónenos un tablero de ajedrez.
Borís
Spasski,
10º
Campeón del mundo de ajedrez (7 de agosto de 2004)
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