El domingo dan comienzo los campeonatos escolares en los que cada año participan decenas de chavales que disfrutan del ajedrez.
Digo que disfrutan porque nuestro juego les hace acudir un sábado o un domingo a disputar
un torneo cuando podrían hacer cualquier otra cosa que les diera más
satisfacción. Hay que dejar claro que el hecho de ir a un torneo no es como ir a clases de
ajedrez. Basta dar alguna clase como monitor para darse cuenta de que
muchos chavales están en clase de ajedrez porque el centro no
ofrece otra actividad esa tarde y se deben quedar un poco más hasta
que sus aitas pasen a recogerlos tras el trabajo. Van desganados y,
lo que es peor, obligados. Hay que intentar que esos chavales sientan
atracción por el juego. La tarea puede no parecer sencilla, sin embargo el
ajedrez es muy atractivo para los chavales. Creo que si se hace bien el trabajo se puede hacer que
sientan interés por unas clases a las que ni siquiera querían
acudir.
¿Pero no estabamos hablando de los
escolares? Sí, creo que sí, así que volvamos a coger el hilo.
Obviamente a los chavales les gusta competir y medir sus fuerzas con
otros jugadores tanto como a los adultos. ¿Qué mejor lugar que los
campeonatos escolares para demostrar lo que han aprendido? Si además
de jugar contra nuevos jugadores van con sus colegas del centro un
buen rato está garantizado. Ahora bien, si hay tantos chavales que
juegan estos torneos... ¿Cómo es que hay tan pocas caras nuevas entre los adultos? ¿Qué hace que los chavales lo dejen? ¿Les
transmiten los mayores la pasión por el ajedrez?
No hay comentarios:
Publicar un comentario